Estar a gusto con un amigo es una de las mejores cosas que hay en la vida, pero... estarlo con tooooda su familia y tener ese sentimiento de pertenencia 'a'... no tiene precio, ¿verdad?. Que cada vez que llames por teléfono (aunque hayan pasado mil años) te pregunten: ¿quién eres?, ¿nuestra Rocío? no ocurre todos los días..¿qué digo? ¡No ocurre casi nunca!.
Nos conocimos allá por la prehistoria, a nuestros 14, cuando aún quedábamos para salir los fines de semana sin móvil y se podía fumar entre clase y clase, incluso echar un pitillo con los profesores.
Esto, que ahora parece aberrante, en su día hacía que nos uniéramos aún más. No recuerdo el momento exacto en que nos presentaron porque yo entré al cole algo más tarde que el resto, pero sí sé que conectamos desde el minuto uno.
Luego, la vida nos ha llevado por caminos muy diferentes pero no menos complicados, ha habido bastantes piedras en el camino, ¿verdad, amiga?, y tanto una como la otra, aun sabiéndonos lejos físicamente, nos sentíamos queridas y apoyadas. Han ido pasando los años y siempre que nos vemos parece que fue ayer la última vez que nos contamos algunos capítulos del libro de nuestras vidas. (Ahora entiendo que todo tenía un por qué).
Yo me siento afortunada de haber podido realizar esta sesión fotográfica porque adoro verla feliz junto a Luis, su esposo y la familia que entre ambos han construido:
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